Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos

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26/08/2013

Todos somos sindicato

Sobre las tensiones entre el derecho individual como propiedad y los derechos colectivos como construcción

Alejandro Bernasconi

Sec. Adjunto – AGMER CDC

A esta altura del desarrollo y crecimiento de nuestra organización sindical se hace necesario recuperar y volver a poner en debate el sentido histórico de esta construcción colectiva. Es necesario volver a poner en dimensión qué supone ser “afiliado a la AGMER”.

Debemos plantarnos contra las miradas de este sindicato como agencia de trámites, como círculo de prestación de servicios, o como espacio de resguardo jurídico de derechos individuales. Contra las miradas que nos ha propuesto el poder, en la que “cada uno es su propio sindicato”, nosotros entendemos que el sindicato reside en el colectivo que lo compone: en cada afiliado que demanda, resiste, pelea y construye para bien del conjunto desde su trabajo cotidiano.

Contra la concepción del sindicato como un kiosco, al que cada uno recurre para satisfacer una necesidad individual y pide tanto a cambio, como si se tratara de una mercancía, nosotros creemos que el interés y derecho colectivo están siempre por encima del derecho individual. Porque a diferencia de la máxima liberal de que “los derechos de unos terminan donde empiezan los de los demás”, nosotros consideramos que los derechos se complementan para construir el bienestar del conjunto, del colectivo.

Contra las miradas que creen que nuestro sindicato es sólo para la defensa corporativa de derechos laborales, debemos recordar que entre nuestros principios se encuentra la lucha en defensa de la escuela pública y por el sentido popular de la misma. La opción por la afiliación debe ser también la opción por este principio. Sin medias tintas debemos señalar que quienes no lo comparten no deben ser afiliados. Hay, en todo caso, otras opciones por las cuales elegir.

Nosotros no creemos en las jerarquías de derechos, como quienes consideran que el derecho a la educación de los niños está por encima del derecho al salario, ni tampoco a la inversa, quienes consideran que el derecho al salario está por encima del derecho a la educación de los gurises. Es en este sentido que sostenemos que poner el cuerpo a la lucha es bastante más que acompañar adhiriendo a una huelga. Poner el cuerpo a la lucha es estar en cada escuela que instala una trinchera contra la exclusión, contra la discriminación, contra la condena a la pobreza de miles de hijos de familias pobres a las que ha condenado el mismo poder que hoy paga poco por nuestro trabajo.

En cada lugar donde estos principios, valores, definiciones políticas o ideológicas son sostenidos por un compañero, está el sindicato. Ponerle el cuerpo a la lucha, entonces, es asumir esta responsabilidad. Sabemos bien que poco nos sirve una afiliación circunstancial, descomprometida de los valores que una historia de luchas y de debates nos ha marcado. Nada nos es dado a los trabajadores gratuitamente; cada paso en un derecho ganado, cada peso que ingresa al bolsillo nos lo hemos ganado porque estuvimos para disputarlo.

Habrá que madurar este debate que a veces parece no resuelto. Pertenecer, ser parte, significa a la vez el derecho a debatir, proponer, cuestionar y controlar, la responsabilidad de asumir como propia cada lucha del conjunto y saber posponer el derecho y el reclamo personal o sectorial, al colectivo.

Sirvan estas palabras para hacer una invitación a la desafiliación de aquellos que prefieren el privilegio sectorial al de todos, la especulación silenciosa al debate transparente, la difamación a la información, la agresión a la comprensión, la competencia a la solidaridad. Todos somos sindicato y el sindicato reside en cada escuela y cada compañero que planta bandera de batalla donde esté y afronta esas disputas para ayudar a los otros desde las políticas, acciones y principios que en el conjunto definen nuestra identidad, porque esa es nuestra verdadera fuerza, el resto es carga y nos sobra.

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