El 12 de octubre es una fecha clave para la reflexión en todos los niveles educativos, ya que integra todos los espacios curriculares y puede abordarse desde todas las áreas del conocimiento. Por esto debemos tener presente el contenido transversal Pueblos Originarios.
Por Diego H. Romero
Prof. de Literatura
Dir. de Nuestra América Profunda
El 12 de octubre es una fecha clave para la reflexión en todos los niveles educativos, ya que integra todos los espacios curriculares, y se lo puede abordar desde todas las áreas del conocimiento. Por esto debemos tener presente el contenido transversal Pueblos Originarios, en busca de una educación intercultural.
El 12 de octubre es el inicio de un proceso que no ha cesado.
El 12 de octubre tiene dos símbolos, y como tal, faltan o sobran palabras para intentar explicarlo. Uno quizá simboliza el poder y la ideología, el fundamento. Es decir, la fuerza, los reyes, la política y la religión católica. Se expresa con la espada y la cruz. El otro quizá simboliza la resistencia política, económica, social, cultural, y está muy ligado a la libertad, por supuesto. Se expresa en la Wiphala, ese símbolo cuadriculado, con los colores del arco iris, que emana del sol, y que portan todos los movimientos sociales. Éste revivió a partir de 1992, al cumplirse los 500 años, y luego, con la asunción de Evo Morales (Bolivia, 2006), ya que era un símbolo muy antiguo de los Suyos, las regiones del Tawantinsuyo, se masificó.
El 12 de octubre, por su relevancia y complejidad, resulta de difícil abordaje. Aunque suele resultar fácil, en ámbitos educativos, tratar a este proceso como un hecho histórico, reducirlo en su interpretación y justificar las atrocidades cometidas con liviandades del orden de “descubrimiento de un nuevo mundo…”. Por supuesto que no fue tal descubrimiento, ya que está comprobado científicamente que el Hombre Americano tiene 30 mil años. Y bien descubiertos estaban, con ciencias y tecnologías que asombraban a los conquistadores y a los cronistas.
En la misma tendencia se suele utilizar el concepto de “necesidad”, como si “el imperio necesitara especias…”. Estos verbos descubrir y necesitar, y tantas formas de expresión que tenemos naturalizadas, deben ser revisados. Los imperios no tienen necesidades, tienen ambiciones. Y no descubren, sino que buscan, encuentran, roban, saquean, despojan, violan, dominan, matan, y luego falsifican, reconstruyen, tergiversan, imponen, venden y siguen buscando…
Muchos docentes preparados utilizan la siguiente justificación: “Hay que situarse en la época”. Entonces, hay que recordar la denuncia que hace Fray Bartolomé de Las Casas, bien situado en su época, siendo testigo. Dice en Brevísima relación de la destrucción de las Indias: “…menos poseen ni quieren poseer de bienes temporales; e por esto no soberbias, no ambiciosas, no codiciosas.… La causa por que han muerto y destruído tantas y tales e tan infinito número de ánimas los cristianos ha sido solamente por tener por su fin último el oro … Los cristianos dábanles de bofetadas e puñadas y de palos, hasta poner las manos en los señores de los pueblos. E llegó esto a tanta temeridad y desvergüenza, que al mayor rey, señor de toda la isla, un capitán cristiano le violó por fuerza su propia mujer. …”.
Este proceso comienza el 12 de octubre de 1492, con las vejaciones más atroces, violaciones, torturas, matanzas programadas, esclavitud, sobre dos continentes: África sufrió el secuestro de 30 millones de personas para ser vendidas y obligadas a trabajar en las colonias…. es decir, un genocidio, el de mayor magnitud en la historia.
Y nuestra historia argentina carga con el genocidio comandado por Julio “Argentino” Roca, que se mantiene bajo el eufemismo de Campaña del Desierto, en 1879, a pesar de que -situándonos en la época- el senador A. del Valle denunció la esclavitud y la prostitución a la que fueron sometidos los habitantes originarios, y Mitre, en su diario La Nación, dijo que eran crímenes de lesa humanidad, porque se fusilaban prisioneros desarmados y se tomaban prisioneros a mujeres y niños.
Luego, no debemos olvidar la masacre de los pueblos que habitaron Tierra del Fuego, denunciada por el cura salesiano De Agostini, en especial la expedición de Ramón Lista, en 1886.
Ya en 1947, en pleno gobierno de Perón, la ocultada masacre en el paraje La Bomba, donde asesinaron a cientos de Pilagás. Y, por supuesto, la más perversa de todas, la dictadura de 1976, con secuestros, robos, torturas, violaciones y 30 mil personas desaparecidas. El marco del segundo genocidio argentino.
El concepto de genocidio toma su sentido para juzgar los crímenes del nazismo, en 1948, y tiene fecha de finalización, los tribunales de Nuremberg. El genocidio de la dictadura tuvo una Conadep y siguen los juicios; aquí en la provincia se los juzgó en la mega causa Harguindeguy. Pero el genocidio indígena no tiene fecha de finalización y no hay juicios. Se continúa atropellando, desmontando para exportar soja, la minería y el petróleo. Todo en nombre del progreso y el desarrollo.
En 2012, en una escuela secundaria de Gualeguaychú, una profesora preparaba una cartelera con unas carabelas hermosas, que rezaba así “Día de la Raza”. Sentí bronca, pero inmediatamente, piedad y tristeza. Apelé a la formalidad y le informé que “ahora” se denominaba “Día del Respeto a la Diversidad Cultural”.
“Ahora”, pienso, “intentamos” definirlo así; a partir del Decreto Presidencial 1584/2010 publicado el 3 de noviembre de 2010.
Decimos proceso porque aún no terminó. La imposición de ideas, el saqueo de recursos naturales y sobre todo el genocidio de los pueblos originarios, Qom, Mapuches, Tobas, Wichís, Guaraníes, Collas… El paradigma económico de desarrollo es el que marca el camino.
Hasta tanto no podamos siquiera entender el dolor de los originarios, de sus descendientes, de los morochos, de los desclasados, de los pobres, no podremos realizar siquiera una educación intercultural, por la dignidad del docente y para aportar a la sociedad diálogo verdadero.