Emoción y dignidad. Esos fueron los sentimientos que más envolvió (y abrazó) a la multitud reunida primero en la rotonda de la Terminal y después en el Cementerio Norte, y que acompañó a la familia Savoy en la inhumación en el Espacio de la Memoria de los restos de Adela Cristina “Leli”, compañera detenida y fusilada por la dictadura cívico militar cuando tenía 23 años de edad.
Leli Savoy se encontraba sepultada como NN en el Cementerio Villegas de Isidro Casanova (Provincia de Buenos Aires) y gracias al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense, se descubrió un acta del cementerio fechada el 5 de enero de 1977 que da cuenta del ingreso de diez NN, muertos por impactos de balas. De esos diez NN, siete se han encontrado y entre ellos se pudo identificar el cuerpo de Leli Savoy.
El sábado 18 de octubre, sus tres hermanas (Chela, Marita y Patricia) la recibieron junto a la comunidad, rodeadas de afecto colectivo y contenidas por sus seres queridos y amigos.
“Recibir y sepultar a Leli es devolverle dignidad a su cuerpo y simbólicamente al de los 30 mil desaparecidos, cuya mayoría todavía no fueron encontrados”, declaró en su momento Chela Savoy a la prensa local.
No se puede escribir la palabra reencuentro sin la palabra emoción. Eso fue lo que prevaleció minutos después de las 11 de ayer, cuando el automóvil con la urna de Leli llegó a la ciudad y se detuvo por unos instantes a la salida de la rotonda de la Terminal.
Los abrazos se volvieron más intensos y una caravana que formó una fila de varias cuadras llegó hasta el Cementerio Norte, donde más amigos, compañeros, vecinos y militantes la estaban aguardando.
“Dignidad. Amor. Alegría”. Con esas tres palabras, Osvaldo Delmonte dio inicio formal al acto en el Espacio de la Memoria del Cementerio Norte y luego compartió una poesía escrita por Odina Julieta Boffelli, madre de Leli, y esas palabras volvieron a tejer el ancestral diálogo con los hijos. Un ramo de flores y el Pañuelo Blanco de Odina, se ubicaron cerca de la urna y la historia volvió a escribir su capítulo de vida.
Adriana Grané, del Grupo de apoyo de Madres, se dirigió al público reivindicando la memoria, la verdad y la justicia. “Leli vuelve a nosotros para ser partícipe de nuestra historia”, sostuvo en un momento donde la emoción era incontenible en el público.
El subsecretario de Derechos Humanos de la provincia, Julián Froidevaux, también tuvo palabras afectuosas y destacó que frente a tanto dolor, es esperanzador percibir tantas convicciones.
Luego, los compañeros de la secundaria le dedicaron dos canciones emblemáticas del cancionero popular latinoamericano. El poema de Mario Benedetti “Por qué cantamos” se hizo coro cuando se entonó: “Cantamos porque el grito no es bastante / y no es bastante el llanto ni la bronca / cantamos porque creemos en la gente / y porque venceremos la derrota”.
Y luego de recordarla en esa secundaria rodeada de carrozas estudiantiles y mates y charlas interminables, volvieron a emocionar a capela al sostener “Como la cigarra” de María Elena Walsh: “Tantas veces me mataron, / tantas veces me morí, / sin embargo estoy aquí / resucitando”.
En nombre de las hermanas habló Chela Savoy, que además es la mayor. Ella no sólo hizo un repaso sobre la vida de Leli sino que también contextualizó a una generación que ha marcado un antes y un después a escala planetaria con la rebeldía y las utopías que comenzaban a rodar por la década del ’60 de un siglo XX que ha dejado tantas enseñanzas. La línea del tiempo se hizo más patente cuando recordó que a Leli se la llevaron cuando tenía 23 años de vida y estaba estudiando Arquitectura en La Plata. “Hoy tendría 61 años” recordó Chela para dar cuenta que el tiempo también es un testigo insobornable de la historia. Leli estuvo como NN 38 años, tenía 23 cuando la fusilaron; es decir, más años de NN que viva. Y esa dimensión ayer se saldó con la restitución de la dignidad de ese cuerpo que aún reclama memoria, verdad y justicia.
Fuente: Nahuel Maciel / EL ARGENTINO