Nos permitimos agregar que analizar sistemas y propuestas educativas sin hacerlo a la luz de los contextos políticos y la política económica que sostiene un proyecto de país, podría introducirnos rápidamente en la trampa de la fragmentación del conocimiento. Otro elemento sustancial para definir un sistema educativo –como expresión de un proyecto político y económico– somos los sujetos destinatarios y sostenedores del mismo. Destinatarios y reproductores del mismo en tanto no contemos con una lectura crítica de las matrices ideológicas que los sustentan; transformadores y cuestionadores del sistema en tanto observadores de las construcciones de sentido a que nos convocan.

Históricamente nos definimos como trabajadores de la educación. Esta definición es producto de un histórico debate en el colectivo docente, que tomara carnadura definitiva en la fundación de nuestra CTERA. Nuestro trabajo no es administrativo, no es sencillamente registrado en una planilla ni es tangible el producto de la riqueza que producimos. El conocimiento resultante de nuestra labor existe en tanto proceso y, por tanto, la concepción empresaria de resultado nos propone un trabajo ensimismado en nociones administrativas, burocráticas, numerales y objeto de control. Nada más ajeno y contrario al trabajo con sujetos, donde establecemos relaciones sociales y donde los procesos cognitivos atraviesan múltiples variables.

Por ello, los docentes discutimos procesos educativos y no resultados. Menos aun cuando esos “resultados” provienen de pruebas estandarizadas (PISA o su variante bajo el nombre de “Operativo Aprender”), que responden a los sentidos que establecieran el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional como indicadores para resolver el financiamiento para sus programas educativos, desvinculados de la realidad de los pueblos, cuyo criterio administrativo fue largamente cuestionado desde nuestra CTERA y que había comenzado a discutirse cómo determinar y evaluar procesos educativos en el ámbito del Mercosur y de la recuperación del rol del Estado en relación a estos procesos.

En este sentido y en línea por lo expresado en el comunicado de CTERA, nos preguntamos: ¿cuáles serían los criterios, parámetros, antecedentes para llevar adelante esas evaluaciones e inferir sus “resultados”? ¿Los de las evaluaciones administrativas PISA del Banco Mundial? ¿Se entiende la evaluación como resultado o como proceso de aprendizaje?

La mirada que los docentes venimos construyendo en los últimos años, nos permite contemplar que no existe una cultura unívoca en la escuela, sino que compartimos diferentes culturas escolares. Esta concepción nos exime de pensar, siquiera, en términos de “mejores” o “peores”. Trabajamos con sujetos con desarrollos de la construcción del conocimiento desiguales y con culturas escolares diferentes. No establecemos ganadores ni perdedores, sino sujetos de derechos.

Finalmente, destacamos que no se trata de que “escuela pública siempre” sea un slogan, sino que es necesaria la discusión acerca de para qué y al servicio de quiénes está la escuela pública. Nosotros seguimos sosteniendo: al servicio de la emancipación de los pueblos y de la clase trabajadora.

» Néstor Fabián Peccín | Secretario General | AGMER C.D.C.

» Ana Rita Delaloye | Secretaria de Educación | AGMER C.D.C.