Viví, aunque era niño y luego joven, los días y las noches del Proceso Militar del 24 de Marzo del ´76. Mucho tiempo después supe que justamente esa misma noche mataron un Maestro, con sólo 70 disparos en el cuerpo.

El miedo, la desconfianza, la violencia fueron moneda corriente. La indiferencia bajo el lema “algo habrán hecho” también. El manejo de la información y el desamparo jurídico era el lado visible y oculto del todo.

Todo tipo de concentración social estaba prohibida, todo tipo de tránsito  también. Todo tipo de movilización social era impensado, salvo para festejar el Mundial ´78.

Pero volvíamos a nuestras casas con miedo.

Era un orden impuesto a la fuerza, un Golpe de Estado que quitó absolutamente toda garantía a aquel que no comulgaba con el poder impuesto.

Pero el centro de todo estaba dado en dividir y desmovilizar. Una Sociedad quieta, estanca y alienada de la verdadera realidad. En sus casas.

Sin embargo, durante ese tiempo y ahora, sabemos quién era y es el enemigo.

Luego vino Malvinas…. Un día antes de recuperarlas un pueblo se vio apaleado en Plaza de Mayo por reclamar Democracia y Justicia. Por juntarse.

Estaba prohibido juntarse socialmente, estaba prohibido reunirse con el otro por derechos, o preguntar por alguien.

Sin embargo, tres días después, otra multitud colmó la Plaza de Mayo a vivar la recuperación de Malvinas y los delirios desde el Balcón. Esa concentración social no se prohibió. Todo lo contrario, a los pocos días se reunía para una gran colecta de aportar todo para nuestros soldados.

Sin embargo, al poco tiempo se perdió Malvinas (y todo lo recolectado). Y otra vez volvimos a nuestras casas. Esta vez con dolor.

Y luego vino la Democracia. Otra vez a las calles. Esperanza, libertad, derechos. Todo estaba nuevamente en juego.

Han pasado 44 años de esto que relato. Muchos más regresos a casa. Quizás más derrotas que victorias, pero regreso a casa al fin.

Hoy, a 44 años de este relato, nuevamente en nuestras casas. No por represión, no por miedo, no por dolor. No por ausencias.

En esta corta historia, muchos salieron por reclamos justos, otros por ausencias, otros por Justicia. Muchos más por derechos y pocas veces por festejos….

Pero salimos… porque somos, pese a nuestros errores, somos un pueblo en movimiento.

Sin embargo, hoy nos piden, no nos ordenan; nos reclaman, no nos imponen que detengamos ese movimiento porque no está en juego un derecho o una conquista: está en juego la vida.

Quizá en estos 44 años movilizando pusimos en jaque a la miseria, a la ignominia del poder e incluso a los privilegios de unos pocos.

Sin embargo, también hay un mundo que juega con nuestro bien común que es el planeta. Y con la vida. Y  quizás debamos hablar de ello en adelante con mayor conciencia para que no nos sigan fumigando, envenenando, matando.

Pero hoy debemos parar, porque detenernos es movernos por la vida.

Aislarnos no es falto de compromiso. No saludarnos no es falto de amabilidad, no reunirnos no es falto de pertenencia, no movilizarnos no es falto de solidaridad: es la paradoja que no movilizarnos es luchar por la vida.

Aquellos enemigos del proceso, de Malvinas, podíamos verlos, identificarlos y hasta combatirlos; hoy juzgarlos.

Pero hoy nos enfrentamos a un enemigo  invisible que nos exige todo lo contrario a “ponerle el pecho a las  balas”…  y aunque parezca ridículo, hoy más que  nunca está vigente el “soldado que huye sirve para otra guerra”.

Alejandra Gómez y Francisco Nessman

Marzo 2020