Este 8 de marzo nos encuentra a las trabajadoras de la educación transitando, junto a otras compañeras del campo popular, el camino de la lucha. Un camino que empezó allá lejos en el tiempo y que nos condujo, a lo largo de los 40 años de nuestro sindicato, a este presente marcado por profundas transformaciones políticas, sociales y culturales, atravesado a la vez por la pandemia. La reforma del Estatuto de nuestro sindicato, en 2019, selló esta línea con la más amplia construcción de consenso de los últimos años: la paridad en todos los cargos de representación garantizando un piso del 50% a las compañeras y la creación de la Secretaría de la mujer e igualdad de géneros, dos demandas que en toda la provincia se venían planteando con mucha fuerza desde hacía años.

Por delante tenemos el desafío de llenar de contenido estas definiciones y romper con la lógica de que género es un área, para transversalizarla como perspectiva que atraviese cada contenido y definición política y pedagógica del sindicato.

Existen pocos ámbitos sindicales en los que las compañeras hayamos podido lograr los niveles de participación que tenemos en AGMER: afiliadas, delegadas en las escuelas, en las conducciones de las seccionales, en la conducción provincial, en el CGE, en el IOSPER, en la OSPLAD… en todos estos ámbitos hay compañeras de AGMER debatiendo y conduciendo.

Esta fuerza nos impulsó a participar colectivamente del Encuentro Nacional de Mujeres en La Plata, experiencia que se tradujo en aprendizajes que volvieron en cada acción desarrollada en nuestros territorios, aún en el contexto de aislamiento por la pandemia, que no aisló a quienes siguen pasando por encima de nuestros derechos, que no aisló a los femicidas.

Afirmamos que sin justicia social no habrá igualdad de géneros y oportunidades porque somos las mujeres las más precarizadas, las que cobramos los salarios más bajos, las primeras en ser despedidas. Somos nosotras las que nos ponemos al hombro nuestra familia cuando la crisis nos golpea: la mayor cantidad de trabajo no remunerado, como las tareas de cuidado, recaen sobre nosotras.  EL TRABAJO DOMÉSTICO ES TRABAJO.

Para erradicar todas las formas de violencias la escuela es y será nuestro espacio de lucha: desarmando estereotipos, educando en el valor de la igualdad, recuperando lo construido por tantas mujeres que la historia escolar invisibilizó.

Tanto en medio del aislamiento como en las escuelas fuimos y somos las que muchas veces reconocimos y abordamos situaciones de violencia de las que las y los estudiantes han sido y son víctimas. Pero también son nuestras compañeras quienes sufren situaciones de violencia. Si hubo algo que la pandemia no frenó fue los femicidios. 270 mujeres fueron asesinadas, de las cuales el 17 % había hecho denuncias previas. Tristemente, el pedido que brega uno de los carteles que las docentes portamos en nuestras marchas es una realidad: ¡TOMEN LAS DENUNCIAS!

   El cumplimiento efectivo de la Ley de Educación Sexual Integral es una demanda central de las y los Trabajadores de la Educación: en nuestro país se producen diez partos por hora de adolescentes y el 70% de esos embarazos no son intencionales: ocurrieron en el marco de una relación sexual sin protección anticonceptiva o por imposición. Hechos todos agravados por el aislamiento. Sostenemos que es indispensable y necesario el compromiso del Estado con políticas de formación docente que se lleven a cabo en todas las escuelas públicas del país.

Convencidas ayer, hoy y por un mejor mañana, de que maestra luchando también está enseñando, bregamos para que este 8 de marzo nos vuelva a encontrar juntas luchando codo a codo para que los ecos de esta jornada nos llenen de fuerzas, para afianzar lo conseguido e ir por todo lo que aún tenemos por delante.

Liliana Forastieri – Secretaria de Educación de la CDC de AGMER

Verónica Veik – Vocal de la CDC de AGMER

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