Hoy, gracias a la “motosierra empobrecedora” del presidente que habla con un perro muerto, la docencia de todo el país cobra sensiblemente menos que el mes pasado, y el anterior, y el anterior. Los datos no mienten: la no continuidad del FONID y del Fondo Compensador, sumado a índices inflacionarios de dos dígitos alcanzan, muy sobradamente, para concluir que las y los docentes estamos cada vez más pobres. De continuar este derrumbe salarial escandaloso –en pocos meses- el anhelo de pertenecer a los sectores medios será, para la mayoría de algunas y algunos, una realidad breve y fugaz.

Y como parece que no alcanza tanta malicia, tanta rabia canina acumulada contra todo lo que sea público y común a todas y todos, aparecen sus cancerberos a ladrar en los medios definiciones oscurantistas en contra de las maestras y los maestros, acusándonos de adoctrinadores, que los textos son marxistas, volviendo a inventar el fantasma comunista, y una zaga de mentiras impunes tendientes a desprestigiar uno de los mejores sistemas educativos del mundo y a sus docentes. El Estado (como institución) en sí mismo no es ni bueno ni malo, el problema está en el grupo dominante que ejerce el gobierno (administración) del mismo. Parece una ficción tener que salir a insistir sobre esto frente a estos planteos primitivos y oscurantistas; falta que afirmen que el Sol gira alrededor de la Tierra.

Rechazamos estos planteos descabellados y no nos sorprenden las afirmaciones de Alberto Benegas Lynch (diputado de la República), el derecho a educarse (y, lógicamente, asistir a la escuela) radica en nuestros hijos e hijas; a las mamás, papás o adultos/as a cargo nos corresponde la obligación y la responsabilidad de hacer valer ese derecho. Por supuesto que, de ese derecho consagrado en nuestras infancias, nosotras y nosotros también tenemos derechos vinculados. Pero lo que afirma Lynch, sobre la libertad de no enviar a un hijo a la escuela para que trabaje en el taller constituye un llamamiento a violar la Ley y ponerse en la ilegalidad. Es razonable, al diputado (SIC) lo tentó su pasado terrateniente; antes de la Ley 1420, del normalismo y de la Educación Pública, gratuita y obligatoria, las familias patricias tenían la libertad de ejercer trabajo esclavo y explotación infantil en la peonada. Así, los hijos se hacían hombres trabajadores y útiles y no perdían el tiempo en la escuela.

Basta de amenazas y payasadas mesiánicas. Regularicen el FONID y el resto de los programas nacionales, liberen los recursos coparticipables a las provincias, los fondos para las cajas de jubilaciones y las regalías de Salto Grande. Advertimos, otra vez, que no hay desarrollismo y equidad posible sin recursos financieros legítimos; el malestar aumenta y la paciencia se agota.

Son tan siniestros que mienten hipócritamente. La educación argentina aporta científicos buscados en el mundo por su formación, ha aportado premios Nobel, el baipás, las transfusiones, figuras destacadísimas en la política, en la cultura, en el deporte, un Papa, un niño prodigio en el ajedrez. Una lista diversa y riquísima, ejemplar. Hay que tener muchísima chatura moral para no levantar la mirada y salir a sostener lo mucho y bueno que hemos alcanzado y construido las y los argentinos. Cada uno tiene el derecho de pensar lo que quiera, el presidente puede, si quiere, hablar con un perro muerto, creer que bajó del Monte Sinaí con las tablas reescritas por él mismo y hasta percibirse Nerón. Pero estamos cada vez más pobres y hay compatriotas con hambre, así que basta de provocaciones baratas.

Comisión Directiva Central | AGMER