Hoy es consciente todo historiador de que el objeto de su disciplina no es el pasado en sí mismo, sino aquello que, en las huellas que el pasado nos deja, aún puede responder a las cuestiones que hoy no s planteamos. Lo asignado a la historia no es, pues, “resurrección” (aquella que soñaba Michelet), sino una labor de comprensión.
Para dar cuenta del estado más recuente de nuestra disciplina, el diccionario se ciñe estrechamente a lo que funda su carácter de producto científico:
- Los métodos (como su tratamiento informático, la historia cuantitativa, la historia oral, la prosopografía, etc.)
- Los conceptos (anacronismo, crisis, decadencia, memoria colectiva, etc.)
- Las áreas (la demografía histórica, la historia económica, la historia militar, etc.)
- Los objetos (la alimentación, la educación, las relaciones internacionales, etc.)
- Las cuestiones históricas y los historiadores que más contribuyeron al avance y desarrollo de la disciplina.